Me crie en el sur de California, la menor de dos hijos, y mis padres nunca nos enseñaron a creer en alguna religión o dogma en particular. Por consecuencia, viví mi vida como me sentía cómoda y nunca he tenido una lucha personal con la fe o la necesidad de buscar una realización espiritual… Hasta que el Islam me encontró a mí.

La primera vez que escuché sobre el Islam, yo estaba en la universidad trabajando para el periódico universitario. Estaba cubriendo un evento de la Asociación de Estudiantes Musulmanes (MSA) durante el mes de Ramadán llamado Fast-A-Thon (Ayun-a-tón), donde se les invita a los no-musulmanes a ayunar los días que puedan y romper su ayuno con los estudiantes musulmanes en el campus. Por cada día que un no-musulmán ayunaba, un negocio o una organización musulmana local donaban una cierta cantidad de dinero que el MSA recolectaba para dar en caridad.
Fui con mi proceso habitual de entrevistar a varios miembros de la organización musulmana y algunos de los participantes no-musulmanes. Para el periódico, sólo era otra de muchas simples noticias sobre otra organización universitaria. Pero para mí, lo que resultó fue ser una puerta abierta a un mundo que nunca antes había conocido. Después de mi primer par de entrevistas, yo sabía que la historia real no era el Ayun-A-tón. La verdadera historia era sobre el Islam y yo estaba decidida a aprender más.

Después de la publicación del artículo, decidí a probar el ayuno con la organización. Yo nunca había ayunado antes en mi vida, pero me gustaba la idea de ayudar a los menos afortunados, así que lo trate. Aunque los dos primeros días fueron difíciles, el ayuno se hizo más fácil con el tiempo y antes de darme cuenta, yo ayuné casi 20 días de Ramadán sin ser musulmana. Cada día que yo ayunaba, me unía con la organización islámica para compartir en sus iftares (cenas) en la noche, durante el cual rompían el ayuno, oraban y escuchaban un breve discurso sobre el Islam. Yo siempre llegaba algunos minutos antes para que poder ver y escuchar todo. Era tan extraño para mí, sin embargo, tan fascinante al mismo tiempo. Tenía tantas preguntas de seguimiento de mis primeras entrevistas que use ese tiempo para interrogar a cualquier musulmán que estaba dispuesto a responderme. “¿Por qué estás ayunando otra vez?” “¿Qué es esto del Corán? ¿Y quién lo escribió?” “¿Quién es el Profeta Muhammad?” “¿Y por qué están siempre rezando?” “¿Y quién es este Alá que sigues mencionando?”

Durante los iftares, aprendí acerca de otros eventos que la organización musulmana promovía en el campus, como las oraciones diarias, las oraciones en congregación los viernes (Yummah), y una clase semanal sobre la vida del Profeta Muhammad, que la paz esté con él. La clase era más para los estudiantes musulmanes, pero de todos modos quise asistir. Fue durante esas clases que Alá puso por primera vez un verdadero amor por el Islam en mi corazón. Me conmovió tanto la historia que a menudo se me llenaban los ojos de lágrimas y pasaba mis noches despierta pensando en todo lo que había escuchado. Sabía por la clase que el Profeta Muhammad, que la paz esté con él, era genuino y verdadero. Y pensé que si él era verdadero, entonces Alá también tenía que ser verdadero. Y si Alá era verdadero, entonces yo tenía mucho más que aprender.

A medida del tiempo, continué frecuentando los eventos musulmanes en el campus. Me sentaba atrás de las filas mientras oraban. Asistía a sus clases y reuniones y tomaba notas durante los sermones de Yummah. Me sentaba con las hermanas musulmanas y les hacía preguntas acerca de la religión. Mi deseo de aprender era constante.

Algunos meses pasaron y una hermana a quien le hacía regularmente preguntas desafió mis motivos. Ella me preguntó: “¿Qué estás esperando? Conoces a Alá y al Profeta Muhammad, y sabes que el Islam es la verdad. Dices que quieres aprender más antes de aceptar la religión, pero nunca vas a aprenderlo todo. Hasta los eruditos pasan todas sus vidas aprendiendo sobre el Islam y nunca llegan a aprender todo. ¿Qué pasa si te mueres hoy mientras vas a tu casa? No querrás morir sabiendo quien es Alá, pero negando aceptarlo”.

Me tomó un par de días para digerir completamente sus palabras, pero alcanzó un lugar en mi corazón que yo no podía negar. Me hicieron darme cuenta que durante toda mi vida había vivido solo para mí misma, mientras me estaba perdiendo un propósito mayor: vivir por algo que está afuera de nosotros mismos—el vivir para adorarle a Alá. La semana siguiente me acerqué a esa misma hermana y le pedí que me guíe en mi Shahada (el testimonio de la fe), mientras repetia, “Ash-hadu an lá iláha ila Alá, wa ash-hadu anna Muhammad ar-Rasul Alá”. Alhamdulilá (Toda alabanza es para Alá).

Eso fue en 2006. Era mi cuarto año en la universidad y yo tenía solo 22 años. Desde ese entonces, me he enfrentado a muchos desafíos con amigos, familiares, colegas, y compañeros. Pero Alhamdulilá, con todos los retos que Dios me ha enviado, Él también me ha enviado más fe para llenar mi corazón y mantenerme firme en el Islam.

“¡Señor nuestro! No desvíes nuestros corazones después de habernos guiado y concédenos misericordia procedente de Ti, ciertamente Tú eres el Dador Generoso.”
(El Sagrado Corán, 3:08)