Dr. Jamal Badawi
Cada uno de los atributos divinos principales tiene una relevancia práctica e implicación en la vida diaria de cada persona. Aquí vamos a mencionar algunos.
La Unicidad de Dios
Cuando se habla de la unicidad de Dios, esto en sí mismo ofrece una base para que la humanidad sea unida. Es decir, nos referimos al mismo Señor del universo. Por lo tanto, el tema del perjuicio sobre la religión, raza o cualquier otra cosa que se deriva de la mentalidad de ‘tu Dios contra mi Dios’ ya no tiene un lugar porque estamos hablando acerca del Dios del universo–de toda la humanidad. De esto se deduce, además, que hay un solo Señor, entonces también hay una sola humanidad.
La unicidad de Dios también conduce a la unidad de la humanidad. Esta comprensión de la unidad de la humanidad es una base muy profunda en la eliminación de todas las barreras artificiales de razas, tribus y cualquier otro sentido de superioridad y todos los demás métodos falsos que la gente ha ideado para distinguir entre un grupo de criaturas de Dios y otro.
Deducimos también de ambas (la unicidad de Dios y la humanidad) que hay una unidad de revelación divina. Con esto queremos decir que todos los mensajes o las revelaciones divinas que fueron recibidas por todos los profetas auténticos a lo largo de la historia son similares a los enlaces en una cadena de revelación constante e ininterrumpida.
Los profetas no deben ser conocidos por sus seguidores como rivales intentando conseguir la mayor cantidad de admiradores, sino como enseñando el mismo mensaje básico de bondad y sumisión a la Voluntad de Dios. Al mismo tiempo, se les debe reconocer como completando y complementando lo que cada profeta había hecho anteriormente. Como hemos dicho, todo esto culminó con el mensaje del profeta Muhammad, el último de los profetas. Los profetas se deben considerar hermanos, de la misma manera que sus seguidores deben tratarse como hermanos.
Encontramos que en un sentido muy práctico, la unicidad de Dios proporciona una base muy fuerte para unificar a la humanidad en su totalidad. A veces, como seres humanos, no somos capaces de aprovecharnos de este potencial debido a las diferentes experiencias, los prejuicios y el lavado de cerebro que sufrimos debido a diversas presiones individuales, sociales o institucionales. Pero, la posibilidad existe en este concepto de la unicidad.
Dios como el Único Creador
Creyendo que Dios es el Único Creador de todo lo que está en este universo, de cualquier objeto animado o inanimado, se puede llegar a la conclusión que el verdadero creyente no ve nada en este universo como totalmente extraño. Hay cosas que no podemos entender, pero el universo no es algo que se debe temer. Nunca debemos utilizar términos como “la conquista de la naturaleza” o “sometiendo a la naturaleza” porque es como decir que estamos en una lucha contra un enemigo, y ese enemigo es la naturaleza. Jamás se debe expresar de esa manera porque la naturaleza es la creación de Dios.
Cuando nos damos cuenta que Dios es el Creador llegamos a la conclusión de que debe haber un propósito específico y una sabiduría detrás de nuestra creación en esta tierra. No fuimos creados únicamente para vivir y morir aquí. Eso definitivamente no es el propósito. Tiene que haber una misión más noble y esa es la distinción más fundamental entre los seres humanos por un lado y los otros organismos vivos como los animales o aves u otros tipos de creación, por otra parte. Esto está muy bien representado en un verso del Corán:
“En cambio, los incrédulos gozarán [en esta vida] transitoriamente y comerán como lo hacen los rebaños, y [en la otra] tendrán el Infierno por morada”. (47: 12).
Al conocer y entender los atributos y las creaciones de Dios, entonces nos preguntamos: ¿Por qué fuimos creados y qué misión se supone que tenemos que cumplir?
Dios es el Omnisciente, el Sabio y el Que Todo lo Ve
Con respecto al conocimiento y la sabiduría, ambos tienen implicaciones muy prácticas. En primer lugar, cuando un creyente se da cuenta de que todos sus hechos y acciones en esta tierra son observados, de que Dios ve todo lo que hace (e incluso nuestros pensamientos internos son conocidos por el Creador) ayuda a que su piedad sea infiltrada con devoción, o más correctamente con una concientización de Dios en sus acciones. Esto produce un autocontrol automático. No hay necesidad de tener a alguien que cuide al individuo o le diga que debe hacer, porque ya existe un contacto directo con su Creador y está bajo la observación de Él. Esta cualidad no es una cualidad teórica. Es una cualidad muy esencial para construir una comunidad y sociedad saludable.
El otro aspecto que sigue es que la opinión de los creyentes acerca de las normas de moralidad o modales sería más alta que el de la mayoría. Es decir que mucha gente aceptaría los valores morales pero sólo lo harían en un sentido utilitario. En otras palabras, establecerían ciertas normas únicamente porque serian buenas para ellos mismos, para sus propios negocios y ocasionarían la aprobación social. Es útil verlo de esta manera, pero hay un nivel más elevado de ver a la moralidad directamente conectada con el conocimiento de Dios. Esto inspira a seguir estas normas porque Dios las conoce. Si engañan las personas; si utilizan el pretexto de la moralidad sólo para adquirir la admiración de los demás, entonces ellos pueden engañar a toda esa gente, pero no se puede engañar a Dios mismo. Esto culmina en la sinceridad con hechos, palabras y pensamientos.
Si se toma la cuestión de la sabiduría como un atributo absoluto del Creador, nos encontramos con que también se refiere a la aceptación de la orden de Dios y Su dirección y Su orientación como la última fuente de conocimiento y que Él es el último legislador. Cuando nos inculcamos con este modo de pensar, entonces tomamos a Dios y sus mandamientos como el árbitro para juzgar todo en que nosotros, como seres humanos, diferimos. Le da una estabilidad a las leyes y diferencias que tenemos así como en el mismo sentido que la Constitución proporciona estabilidad en las diversas leyes flexibles que los estados pueden concebir.
Adaptado, con autorización, de conferencias transcritas en www.jamalbadawi.org