Millones de peregrinos se convergen en La Meca en los siguientes días. Estarán siguiendo los pasos de los millones que han hecho anteriormente el viaje espiritual al valle de La Meca desde los tiempos de Adán.
El Hajj significa literalmente, “esforzarse continuamente para realizar una meta”. Es el último de los cinco pilares de Islam (los otros son la declaración de la fe en un Solo Dios, las cinco oraciones diarias, ofreciendo caridad regularmente, y ayunando durante el mes de Ramadán). La peregrinación es una obligación que se cumple por lo menos una vez en la vida para aquellos que tengan la habilidad física y económica para poder realizar el viaje.
El Hajj es esencialmente una recreación de los rituales de los grandes profetas y maestros de la fe. Los peregrinos reviven simbólicamente la experiencia del exilio y la expiación sufrida por Adán y Eva después de que fueron expulsados del Cielo, recorrieron la tierra, y se reunieron de nuevo y buscaron el perdón en el valle de La Meca. También siguen los pasos frenéticos de la esposa de Abraham, Agar, mientras corría entre las colinas de Safa y Marwa en busca de agua para su bebé sediento (que según la tradición musulmana, Dios respondió con el pozo de Zam Zam). Por último, los peregrinos también conmemoran la disposición de Abraham a sacrificar a su hijo, por amor a Dios. Dios más tarde sustituyó un carnero en lugar de su hijo.
Sin embargo, el Hajj representa mucho más que estos ritos elaborados. Los fieles esperan que obtengan una transformación espiritual, una que los hará mejores personas. Si este cambio interno no ocurre, entonces el Hajj sería meramente un ejercicio físico y materialista carente de cualquier significado espiritual.
Como todas las grandes religiones enseñan, somos más que simples criaturas físicas en que poseemos una esencia más allá del mundo material. De hecho, es por eso que todas las grandes religiones tienen una tradición de peregrinación. En la tradición islámica, el Hajj encapsula este viaje espiritual hacia esta esencia. El estado actual de las cosas – tanto dentro como fuera del mundo musulmán – aumenta en gran medida la relevancia de algunos de los mensajes espirituales y universales inherentes al Hajj.
Un erudito musulmán una vez preguntó retóricamente: “Tras rendirle homenaje a las dos mujeres, Eva y Agar, en los ritos de la peregrinación, ¿cómo es posible que algunos musulmanes violen los derechos y la dignidad de las mujeres en el nombre del Islam? ¿No es esto una contradicción”?
En efecto, el Corán enseña: “No dejaré de recompensar ninguna de vuestras obras, seáis hombres o mujeres. Procedéis unos de otros.” (3:195)
Claramente, el mar blanco de tanto hombres como mujeres, lado a lado, realizando tawaf (la circunvalación) alrededor de la Kaba (el edificio de piedra que los musulmanes afirman haber sido construido originalmente por Adam y reconstruido por Abraham y su hijo, Ismael) debe dejar muy claro que el Islam – por lo contrario a algunos musulmanes – no oprime a las mujeres. El hecho de que millones de musulmanes, a pesar de orígenes geográficos, lingüística, nivel de práctica, cultura, etnia, color, clase social y barreras socioeconómicas se unen en la Meca, atestigua la universalidad del Hajj. Siembra la semilla para celebrar la diversidad de nuestra humanidad común.
Los pelegrinos regresan a sus hogares enriquecidos por este punto de vista pluralista y holístico y con una nueva apreciación por sus propios orígenes. Uno de los Hajjis (una persona que ha realizado el Hajj) más celebrados en el mundo Occidental es el líder del movimiento para los derechos civiles afroamericanos, El-Hajj Malik El-Shabbaz, mejor conocido como Malcolm X. Durante su Hajj, este hombre reevaluó profundamente sus opiniones previas. Esta transformación, por supuesto, selló su ruptura con el movimiento nacionalista negro conocido como la Nación del Islam.
Contrariamente a las enseñanzas de la Nación, concluyó que el Islam abarca a toda la humanidad y trasciende toda raza y cultura. Malcolm X dijo después de su experiencia, “Fue en la ciudad santa de La Meca donde por primera vez me pare frente al Creador de todo y me sentí como un ser humano completo en mis 39 años en esta tierra”.
En La Meca, se encontró interactuando con, “compañeros musulmanes, cuyos ojos eran del mas azul de los azules, cuyo cabello era del más rubio de los rubios, y cuya piel era de la más blanca de las blancas”. Malcolm X estuvo tan inspirado por lo que presenció, que en cartas a familiares y amigos escribió, “América necesita entender el Islam, porque esta es la religión que elimina de la sociedad el problema de la raza”.
Al regresar a los Estados Unidos, se embarcó en una misión de iluminar tanto a los negros como a los blancos con sus nuevos puntos de vista. Malcolm X entendió que para aprender realmente del Hajj, sus lecciones espirituales inherentes deben extenderse más allá de los lazos de hermandad de musulmanes para forjar una humanidad común con los demás.
De hecho, como parte de la experiencia espiritual, la peregrinación vincula a las personas a través de un pasado compartido por varias tradiciones Abrahamicas. Esto combinado con las enseñanzas islámicas del origen común de la humanidad brinda mucha esperanza. En verdad, el Corán enseña: “Os hemos creado a partir de un hombre [Adán] y una mujer [Eva], y [de su descendencia] os congregamos en pueblos y tribus para que os conozcáis unos a otros. En verdad, el más honrado de vosotros ante Alá es el más piadoso. Ciertamente Alá es Omnisciente y está bien informado de lo que hacéis”. (49: 13) Esta es una gran celebración de las diferencias, y al mismo tiempo, la unidad de todos los seres humanos.
Otro mensaje espiritual esencial del Hajj es uno de humildad ante Dios y Su supremacía y control sobre todo lo que conocemos. La multitud de personas y sus creencias y prácticas internas serán juzgadas por Dios, y sólo Dios, en Su infinita sabiduría y conocimiento. Ciertamente, como insiste el Corán, “No está permitido forzar a nadie a creer. La guía se ha diferenciado del desvío”. (2:256) El resultado de un Hajj exitoso es una inmensa paz interior, que se manifiesta en los valores de la justicia, la honestidad, el respeto, la generosidad, la amabilidad, el perdón, la misericordia y la empatía. Y estos valores – todos, atributos de Dios el Todopoderoso – son indispensables para nosotros si deseamos el bien en este mundo.