Por Dr. Laurence Brown

En las dos primeras partes de esta serie de artículos, hemos buscado juntos la respuesta a dos grandes interrogantes: ¿Quién nos ha creado?  Y: ¿Para qué Dios nos situó aquí?, y concluimos que Dios nos ha creado para servirlo.  Naturalmente, nuestra tercera pregunta será: Si nuestro Creador nos ha colocado aquí para servirlo y adorarlo ¿Cómo debemos hacer esto?

Sin embargo mucha gente cuestionará nuestra afirmación sobre la necesidad de una revelación, y dirán: ¿Para qué la necesitamos?  ¿Es realmente bueno recibir la revelación?  ¿No es mejor servir a Dios como nosotros creamos conveniente?

Para reafirmar la necesidad de la revelación, expondremos los siguientes puntos: En nuestro primer artículo dijimos que este mundo tiene muchas injusticias, y sin embargo, nuestro Señor es Justo, Él no ha establecido una supremacía evidente de la justicia en esta vida, pero sí en la otra.  Además, la justicia requiere cuatro cosas para predominar: una corte (por ejemplo, el Día del Juicio); un juez, (evidentemente, el Creador); testigos (los hombres, las mujeres, los ángeles) y un libro que exprese claramente la ley por la cual se juzga (la revelación).  Ahora bien, un juicio no sería justo si no se informó a quienes son juzgados durante su vida de las leyes que debían seguir; de otra manera, sin revelación, Dios sería injusto al juzgar sin haber hecho previamente descender la ley revelada a quienes juzga, y esta información, debió llegarles mientras actuaban.

¿Por qué es necesaria la revelación?  Porque sin leyes, las personas no pueden llegar a acuerdos en ningún asunto ¿Cómo podrían llegar a comprender lo que Dios les ha ordenado, entonces?

Segundo, nadie puede escribir un manual de instrucciones tan bien como el fabricante.  Dios es el Creador, nosotros la creación, y por lo tanto nadie puede conocer lo que se espera de nosotros, más que el Creador.  ¿Acaso están los empleados capacitados para informarse a sí mismos de su trabajo, de qué y cómo deben cumplir sus tareas?  ¿Acaso todos los ciudadanos están capacitados para escribir sus propias leyes?  ¿No?  Pues bien, ¿Por qué creeríamos que estamos capacitados para escribir nuestra propia religión?  La historia nos muestra con claridad lo que ha ocurrido cuando los hombres ceden a seguir sus propios caprichos.

¿Cuantos malos líderes han diseñado sus propias religiones y leyes, sumiéndose ellos y a sus seguidores en el desastre en este mundo y en algo peor en la otra vida?

Pero en definitiva ¿por qué no podemos diseñar nuestra propia religión?  ¿Por qué no podemos establecer nuestras propias leyes trascendentes?  Es evidente que el concepto de lo que es bueno, varía de una persona a otra.  Para unos, es llevar una vida de elevada moral e higiene; para otros es vivir el máximo de libertad posible, prescindiendo de todo freno a sus pasiones.  De la misma manera, la forma en la cual debemos adorar y servir a Dios, no es comprendida igual por todas las personas.

Evidentemente nadie puede ir a comer a un restaurante o a comprar algo a un mercado, y pagar con una moneda diferente a la que acepta el vendedor.

Con la religión ocurre lo mismo. Si las personas desean que Dios acepte sus actos de adoración y de servicio a Él, deben realizar los actos que Él desea, y estos están detallados en la revelación. Lo que Dios ordena, es obediencia a la revelación.

Imaginemos que tienes en tu casa varios hijos que obedecen las reglas de la casa que les has explicado. De pronto un día, uno de ellos reclama que seguirá sus propias reglas, que él ha ideado.  ¿Cómo responderías?

Tal vez lo harías con la frase ¡Agarra tus nuevas reglas, y vete al infierno! Bien, nosotros somos la creación de Dios, vivimos en el universo que Él ha creado, y ha impuesto sus reglas a todo, incluyéndonos a nosotros, de acuerdo a lo que acabamos de razonar… ¿Qué nos dirá Dios si pretendemos dejar a un lado sus reglas y reemplazarlas por las normas que nosotros mismos inventamos?

Debemos meditar sinceramente estos asuntos.  Debemos reconocer que cada cosa agradable que nos ocurre, es un regalo de nuestro Señor, y un motivo por el cual debemos agradecerle. ¿Acaso no agradecemos a quien nos hace un regalo antes de usar lo que nos ha regalado? Y aún así, muchas personas disfrutan de los dones que Dios les ha regalado y nunca en toda su vida le dan las gracias.

La poetisa inglesa Elizabeth Barrett Browning, habla de lo irónico que resulta el lamento del hombre:

Y los labios dicen a menudo: “Dios nos ha castigado”.

Y nunca dicen “Loado sea Dios que nos dio esto.”

¿Acaso no debemos estar agradecidos por lo que Dios nos da?  ¿No debemos agradecerle ahora y el resto de nuestra vida?  ¿No debemos volvernos a Él? Deberás reconocer que la respuesta a estas preguntas es “Sí”.

Nadie dotado de entendimiento puede meditar en todo esto sin responder igual.  Pero he aquí un problema, Muchos de ustedes contestaron sí, sabiendo bien que su corazón no está con la Biblia.  O quizás tu corazón está con la Biblia, pero no completamente.  Tú has aceptado que existe un Creador, has aceptado que le debemos a este Creador adoración y servicio, pero aún no sabemos exactamente cómo lo adoramos y servimos. Desafortunadamente, no se le puede responder a esta pregunta en un artículo, pues las respuestas requieren todo un libro.

Copyright © 2008 Laurence B. Brown

Un graduado de la Universidad de Cornell, de la Facultad de Medicina en la Universidad de Brown,  y del programa de residencia del Hospital Universitario George Washington, Laurence B. Brown es un cirujano oftalmólogo, un oficial retirado de la Fuerza Aérea, y el director médico y oftalmólogo general de un importante centro de cuidado de la vista. Él es también un ministro ordenado interreligioso con un doctorado en divinidad y un doctorado en religión.

Su página web es www.leveltruth.com. Él ha escrito dos libros de religión comparativa intitulados MisGod’ed [de donde se tomó este extracto] y God’ed [disponible en español en traducción de Said Abdunur Pedraza y Anas Amer Quevedo] así como el introductorio al Islam, Dando Verdadero Testimonio [Bearing True Witness, traducción al español de Anas Amer Quevedo]. Todos estos libros están disponibles en Amazon.com.