Ramadán es un mes muy especial para los musulmanes en todas las partes del mundo. Es un tiempo cuando los musulmanes ayunan desde el alba hasta la puesta del sol con la esperanza de acercarse a Dios. Ayunar es uno de los pilares del islam. Estamos constantemente bombardeados con imágenes y mensajes que nos invitan a saciar nuestros deseos inmediatamente sin pensar en las consecuencias. “Solo hazlo”, “Tenlo a tu manera”, “Obedece tu sed”, “No salgas de tu casa sin él”, y “América corre por Dunkin”. En estas consignas se encuentra un mensaje que insiste que las cosas materialistas son necesarias para que nosotros podamos sentir la felicidad. Pero ¿Debemos obedecer nuestra sed? “Por qué siempre debe ser a nuestra manera? “Por qué tenemos que solo hacer las cosas? Claro que estos productos no son intrínsecamente malos, pero los mensajes que las empresas usan para vender sus productos infunden en la sociedad un amor por el ego y sus deseos inmediatos.

Ayunar le permite al individuo tomar un descanso del materialismo y enfocarse en el alma y el corazón. Interrumpe la rutina diaria y rompe la conexión a las cosas que la persona está acostumbrada a tener con facilidad. Al romper la conexión con lo material, también alienta el autorreflexión. El ayuno despierta nuestra conciencia espiritual para que podamos conectarnos con Dios. Aunque los cuerpos de muchas personas se nutren, todavía experimentan el vacío espiritual y emocional. El alma y el corazón anhelan algo más. Cuando no pueden encontrar eso, se refugian en el materialismo con la esperanza de llenar ese vacío. Esto crea una situación en la que el individuo está constantemente tratando de buscar la felicidad consiguiendo los carros, aparatos, ropa y juguetes más nuevos. Lo que resulta en una decepción constante porque solo encuentra la felicidad por un momento fugaz en estas cosas y luego regresa a un alma hambrienta y vacía.

La comida y el agua son los deseos más fuertes y las necesidades más básicas para el ser humano. Lo conectan con el mundo físico mientras el ayuno rompe esa conexión para que pueda recibir el sustento espiritual y estar conectados con su espíritu. En otras palabras, la persona que ayuna se niega los antojos más fuertes intencionalmente a sí misma los antojos más fuertes para concentrarse en las necesidades del alma. Cuando una persona ayuna, le da a su cuerpo un descanso y se enfoca en su alma.

Ayunar es un acto de adoración en el cual se puede hacer trampa fácilmente, simplemente tomando o bebiendo estando a solas. Sin embargo, la mayoría de las personas no hacen trampa porque saben que Dios les está viendo y está consciente de lo que están haciendo. Esto infunde la conciencia de Dios en el corazón porque, aunque pueden engañar a la gente, Dios sabe si comen o no. Por lo tanto, ayunar trae dulzura al acto porque es solamente entre la persona y Dios. El ayuno es sin duda un reto, pero al igual que cualquier otro desafío en la vida, hay una dulzura a la misma vez. Cuando alguien hace un entrenamiento riguroso, es difícil y desafiante, pero también siente una emoción positiva por lograrlo. De igual manera, el ayuno es desafiante, pero es un entrenamiento espiritual que debilita el cuerpo y fortalece el alma.

A pesar del desafío físico del ayuno, los musulmanes experimentan una gran satisfacción en el ámbito espiritual durante el mes de Ramadán. Las mezquitas están llenas, la gente reza durante la noche, se recita más Corán, se da más caridad y se fortalecen los lazos familiares y comunales.