Antes de entrar a este tema, hay que entender que cada musulmana contestará la pregunta, “¿Cómo se siente usar el hiyab?” de manera distinta. Las mujeres musulmanas no son monolíticas, y las experiencias de cada persona varían bastante debido a un sin número de factores incluyendo país de origen, edad, circunstancias y mucho más.
Tomando esto en cuenta, puedo contar lo que es mi experiencia usando el velo. Yo soy una joven de veintitantos años, nacida y criada en Nueva Jersey, que nunca ha vivido en otro lugar aparte de los Estados Unidos.
A mí me encanta usar el hiyab, pues lo considero una parte de mí. Me hace sentir cómoda y me brinda una protección y una singularidad. Soy muy consciente de mi hiyab cuando salgo. Incluso al caminar a mi carro, me fijo en lo que está a mi alrededor y cómo estoy vestida comparada a los demás y me siento diferente. No puedo dejar de preguntarme qué pensarán sobre mi manera de vestir.
A menudo me pregunto si la gente sabrá que puedo hablar bien el inglés, que me gradué de la universidad y soy una escritora. Me pregunto si se dan cuenta que yo uso el hiyab por mi propia voluntad y que soy feliz haciéndolo; que me encanta usarlo a pesar de tener algunos días frustrantes cuando la tela está indomable y no se coloca bien encima de mi cabeza. Sin importar que tan desequilibrado se vea por culpa de mis lentes o falta de broches, me lo pongo, aunque sea para sacar afuera la basura a solo pasos de la puerta de mi casa.
Nunca he sentido que mi hiyab me pone en peligro. He tenido suerte en ese sentido. Sé que anuncia a todos que soy musulmana, pero para ser sincera, no me sentiría cómoda ocultar ese hecho de todos modos. Me gusta demostrar lo contrario de lo que la gente ve en los medios de comunicación sobre las mujeres musulmanas a través de mis acciones, ya sea sonriendo al cajero en la tienda, manteniendo la puerta abierta para alguien o recogiendo alguna basura de la calle. Espero que cuando tenga la oportunidad de hacer estas acciones, la gente vea mi hiyab y le atribuya algo positivo a todos los musulmanes. Esa es la misma razón por la que voy a tratar de evitar tocar la bocina de mi carro innecesariamente o bloquear a alguien en tráfico.
Lo mejor es ver a otra persona usando el hiyab cuando no lo esperas. Encontrarme con alguien que se parezca a mí durante un viaje cualquiera al centro comercial o una caminada por el vecindario me hace sentir bien y segura. Puede ser que eso parezca algo extraño, pero siendo una minoría, se siente fabuloso solamente ver a otra persona y saber, sin decir ni una palabra, que tienes algo en común con ella. Y no solo “algo”, sino lo más importante – la fe. Es fácil intercambiar una sonrisa y un saludo de paz y dejar ese lugar sintiendo un sentido de hermandad sin igual.
Aunque el velo es parte de mí, no lo es todo. Queda mucho que aprender sobre una persona usando el hiyab que el tipo de tela sobre su cabello. El hiyab dice que soy musulmana, y eso es lo más importante de mi identidad, claramente. Pero no dice todo acerca de mis aficiones, pasiones, alimentos favoritos, o cómo son mi familia y amigos.
La mujer musulmana va más allá que el hiyab. La mejor manera de aprender sobre sus experiencias es preguntándole. Tal vez yo sea la primera persona que está compartiendo este tema contigo, pero te aseguro que hay muchas más mujeres musulmanas dispuestas a compartir sus historias también.