El Emirato de Sicilia

El Emirato de Sicilia, situado en el sur de Italia, era una parte del gran imperio islámico desde el siglo IX hasta el XI, bajo una variedad de gobernantes. Bajo la administración musulmana, Sicilia floreció: su población se duplicó, personas de diferentes orígenes étnicos y religiosos coexistieron en armonía, la agricultura prosperó, las exportaciones aumentaron, y los sistemas de riego mejoraron. Los conquistadores redistribuyeron grandes haciendas en explotaciones más pequeñas, estimulando el fin de la depresión económica y social. Muchos cultivos nuevos se introdujeron como el algodón, el cáñamo, la palmera datilera, la caña de azúcar, moras y frutas cítricas. Industrias relacionadas crecieron, como los textiles, el azúcar, la fabricación de cuerdas, esteras, y papel (que se introdujo más tarde a Europa a través de Sicilia). La seda de Sicilia también era conocida internacionalmente por su excelente calidad y belleza.

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Los musulmanes perdieron Sicilia a los normandos en el siglo XI, pero continuaron viviendo en la isla multicultural en paz. Los normandos conservaron la herencia musulmana hasta el punto que el árabe siguió siendo la lengua franca en Sicilia durante los próximos 100 años. El rey Rogelio II hablaba la lengua árabe y empleaba científicos musulmanes y arquitectos en su corte; los soldados musulmanes eran también una parte de su ejército. Él continuó utilizando las metodologías agrícolas e industriales adoptadas por los antiguos gobernantes musulmanes de Sicilia. Palermo, el centro de Sicilia bajo el dominio musulmán, se mantuvo como la capital bajo los normandos. Rogelio II le encargó a al-Idrisi que dibujara un mapa del mundo; que resultó ser el antiguo mapa más avanzado. Al-Idrisi también compiló el mayor tratado geográfico de la Edad Media, conocido como el Libro de Rogelio.

Palermo, la capital de Sicilia

Ibn Jubair visitó Sicilia a finales del siglo XII después de su naufragio durante su regreso de una peregrinación a la Meca. Él se sorprendió por la cálida recepción que encontró en las manos de los normandos. De Palermo Ibn Jubair contó que,

“La capital está dotada con dos regalos: el esplendor y la riqueza. Contiene toda la verdadera e imaginable hermosura que cualquiera pudiera desear. El lujo y la gracia adornan las plazas y los campos, las calles y avenidas son amplias y los ojos quedan deslumbrados por lo hermoso de su situación. Es una ciudad llena de maravillas con construcciones similares a esas de Córdoba construidas con piedra caliza. Una corriente permanente de agua desde sus cuatro muelles corren a través de la ciudad. Hay tantas mezquitas que son imposibles de contar, la mayoría de ellas también sirven como escuelas. El ojo es deslumbrado por todo su esplendor”.

Desafortunadamente el espíritu de convivencia no duró mucho. Como en España, todos los musulmanes fueron expulsados de Sicilia a finales del siglo XIII. Solamente los rastros que dejaron atrás en la arquitectura siciliana, las palabras arabizadas en la lengua ahora latinizada y en el mercado al aire libre al estilo árabe entre otros.

La presencia de los musulmanes en España y Sicilia dejó marcas indelebles en la arquitectura, las ciencias, la filosofía, literatura y astronomía del occidente Europeo, aunque desafortunadamente mucho de ello ha sido olvidado.