Por Dr. Mohammad Akram Nadwi
Los hombres y las mujeres son iguales
“¡Hombres! teman a su Señor que os ha creado a partir de una sola alma, y de ella creó su pareja, y de los dos, hizo surgir multitudes de hombres y mujeres. Sean conscientes de Alá por quien ustedes demandan mutuamente (sus derechos), y veneren los vientres de los que nacieron. Sin duda, Alá siempre vela por ustedes.” (El Corán, 4:1)
Desde el comienzo de la saga humana, Alá deja muy claro que los hombres y las mujeres son seres iguales creados a partir de una sola alma, compartiendo el mismo padre y madre, y hasta siervos del mismo Señor. El verso mencionado fue enviado al Mensajero de Alá (la paz y las bendiciones sean con él) en un momento cuando las mujeres era humilladas y torturadas.
Alá dice: “y cuando la niña, enterrada viva, sea interrogada: Por qué pecado la mataron” (El Corán, 81:8-9). Esto se refiere a una práctica antigua de los árabes (e incluso algunas sociedades modernas a través del aborto) que matarían a sus hijas por temor a ser humillados en la comunidad, o por temor a que ellos no tengan los medios para mantenerlas. El Islam vino para erradicar estas prácticas ignorantes, entre otras, y después de veintitrés años de las enseñanzas proféticas, le había conferido a la mujer un estatus que antes era impensable.
Las mujeres tienen una responsabilidad religiosa independiente
La primera revelación: “Lee en el nombre de tu Señor que ha creado” (Al-`Alaq 96:1), dejó al Profeta (la paz y las bendiciones sean con él) temblando intensamente, pues no podía comprender que tal evento le sucediera a un iletrado huérfano del desierto árabe. Se cuenta que él fue consolado por Khadijah (que Alá esté complacido con ella) que creyó en él y lo consoló en un momento de gran necesidad y angustia. Ella era la columna vertebral de sus esfuerzos iniciales para el progreso de la nueva fe, y una noble mujer de negocios de alto linaje.
El Profeta demostró que las mujeres tienen una responsabilidad religiosa independiente que no tiene relación con su género. Después de tres años de secreto, Alá le llamar a su propia familia a la fe. Él (la paz y las bendiciones sean con él) reunió a su familia y pidió abiertamente a la tribu de Hashim y la tribu de ‘Abdul-Muttalib que crean en su mensaje. Hacia el final de la narración de este acontecimiento, él (la paz y las bendiciones sean con él) le dice específicamente a Abbas ibn Abdul-Muttalib (que Alá esté complacido con él): “No te puedo beneficiar en el Día del Juicio.” Lanzó la misma declaración a su tía, Safiyyah bint Abdul Muttalib y su hija, Fátima (que Alá esté complacido con ambas). Y agregó: “Pídeme de mi riqueza en este mundo, pero en el Día del Juicio no puedo servirte de ninguna manera.”
En esta alocución el Profeta (la paz y las bendiciones sean con él), nombró especialmente a dos mujeres y un hombre, lo que demuestra que las mujeres tienen responsabilidad religiosa independiente que no tiene relación con su género. Esta independencia en la fe es ejemplificada por el hecho de que las esposas de Noé y Lot ambas rechazaron la fe. Por lo tanto, el Corán afirma que incluso la esposa de un profeta es libre de creer o no creer.
Por otra parte, Umm Habibah se convirtió en creyente, mientras que su padre, Abu Sufyan, (que Alá esté complacido con ambos), fue un firme opositor del Profeta (la paz y las bendiciones sean con él). Él no tenía ni el poder ni el privilegio para influir en su elección independiente.
En el segundo compromiso de `Aqaba, un pacto que involucraba obligaciones específicas de política y estratégica, el Profeta (la paz y las bendiciones sean con él) tomó el juramento de hombres y mujeres. No estaba contento con las mujeres confinadas en sus casas, totalmente separadas de cualquier participación en los asuntos públicos.
Las Mujeres que preservaron el Corán
El Corán, la fuente más sagrada e importante en el Islam, fue memorizado por muchos de los compañeros. Después de la Batalla de Yamamah, donde murieron un gran número de los memorizadores, Omar (que Alá esté complacido con él) informó a Abu Bakr para emitir una edición estándar del Corán entero en el dialecto de los Quraish, cuya protección le confió. Abu Bakr (que Alá esté complacido con él) emitió dicha edición. Después de su muerte pasó a la protección de Omar (que Alá esté complacido con él), y después de su muerte, se le dio a Hafsah bint’ Umar (que Alá esté complacido con ella) para ser cuidadosamente guardado y preservado.
Durante el califato de Uthman (que Alá esté complacido con él) se observó que recitaciones divergentes y erróneas del Corán fueron surgiendo entre las personas recién convertidas no árabes en lugares como Armenia y Azerbaiyán. Uthman (que Alá esté complacido con él), entonces tomó prestada la edición del Corán en la protección de Hafsah (que Alá esté complacido con ella) para hacer seis copias estándar para enviar a los principales centros políticos y culturales del ámbito islámico. Él ordenó que todas las ediciones no estandarizadas sean quemadas. Está claro aquí que nadie puso en duda la confiabilidad de Hafsah (que Alá esté complacido con ella), en cuanto a si se había alterado en forma alguna la edición confiada a ella para su protección.
Un vistazo a las primeras mujeres musulmanas eruditas
“Un cuarto de nuestra religión depende de las narraciones de las mujeres”.
En el tiempo de los compañeros, nunca se planteó la cuestión sobre la validez de aprender directamente de las mujeres. Si se considerara, por ejemplo, el número de tradiciones proféticas (hadices), en cada capítulo se encuentran mujeres narrando al igual que hombres. Imam Hakim Naisapuri dijo: “Un cuarto de nuestra religión depende de las narraciones de las mujeres. Si no fuese por esas narraciones, perderíamos un cuarto de nuestra religión”. Por ejemplo, Abu Hanifa considera que existen cuatro unidades de la oración supererogatoria antes de la oración del mediodía obligatoria, mientras que los restantes imanes dicen que hay sólo dos. Esta última depende de la narración de Abdullah Ibn Umar, mientras que Abu Hanifa se basa en Umm Habiba y las otras esposas del Profeta, la paz sea con él. Abu Hanifa argumenta que, dado que el Profeta solía rezar oraciones voluntarias en su casa, las narraciones de sus esposas son más fuertes.
De manera similar, los grandes eventos como el inicio de la llamada al Islam fueron narrados específicamente por mujeres. Aisha por sí sola narró la tradición que detalla las circunstancias de la primera revelación, según lo registrado por el Imam Bujari, inmediatamente después del hadiz que menciona que las acciones son juzgadas basadas en la intención que las acompaña.
Otro ejemplo se refiere a la ablución, que es esencial para la validez de la oración ritual. Una compañera, Rubiyya Bint Muawidh bin Afrah, cuyos familiares murieron en la batalla de Uhud, era una gran narradora de hadices. Sus narraciones se pueden encontrar en Bujari, Muslim, Ibn Mayah y otras compilaciones. Ella narró cómo el Profeta realizó la ablución, en realidad siendo testigo de su ritual de purificación.
Los compañeros iban a aprender de ella a pesar de que Abu Bakr, Umar, Uthman, Ali, Muadh Ibn Jabal, y AbdAlá Ibn Masood, que Dios esté complacido con ellos, estaban todos presentes en Medina. Ella fue considerada como la experta en la realización de la ablución. Sus estudiantes incluyeron gente como AbdAlá Ibn Abbas y su padre, el gran exegeta del Corán, y también miembro de la familia del Profeta. Nunca se preguntó: “¿Por qué debería aprender de ella cuando yo soy de la familia del Profeta y gran exegeta?” Lo mismo es cierto para Ali Zain ul-Abidin, el gran nieto del profeta y un excelente estudioso igual. Su determinación era ir a cualquiera que tuviera el conocimiento, independientemente de su género.
Curiosamente, no hay un solo hadiz que ha sido rechazado de una mujer a causa de ella ser considerada una fabricante o una mentirosa. Imam Dhahabi afirma: “Hay muchos hombres que han fabricado hadices. Sin embargo, ninguna mujer en la historia del Islam ha sido acusada de fabricación”. En vista de esto, si la integridad intelectual de uno u otro sexo pudieran cuestionarse, sería la de los hombres. Las mujeres siempre han transmitido el conocimiento religioso con veracidad.