Desde mi niñez yo siempre supe que era una persona “espiritual”. Por alguna razón yo me sentía distinto a los otros niños que me rodeaban y a veces por eso mismo también me sentía aislado. Yo era diferente y soy diferente.
Para comenzar, yo soy de descendencia latina. Mis padres inmigraron a Nueva York desde la Republica Dominicana en los años 60. Desemejante a la depresión que existe actualmente aquí, en esos tiempos era una era industrial con muchas posibilidades de empleo. Típicamente, como otros latinos, yo me crie dentro de la fe católica. Yo pase por todos los ritos que hacen a una persona católica; fui bautizado, hice mi comunión y confirmación. Hasta serví como monaguillo por un tiempo. Pero cuando llegue a la adolescencia, comencé a perder la paciencia con el catolicismo.
Parte de ello fue porque no obtenía las respuestas que buscaba. Comencé a explorar diferentes religiones y espiritualidades. Durante mi adolescencia, ya había leído el Nuevo Testamento entero, algo que no es fácil para un jovencito. Yo me sentí especialmente incomodo con el culto a los santos. Yo descubrí que hay tanto escrito en la Biblia que no es seguido por la iglesia y eso me angustiaba. Cuando llegue a la edad de 16 años, puedo decir con toda confianza que había abandonado la religión católica. Sin embargo, me consideraba “cristiano”. Visité diferentes iglesias de varias denominaciones y vi muchos televangelistas, pero no surgía ningún sentimiento de pertenencia. Una de las razones que no me gustaba el cristianismo era por la cantidad de desacuerdos entre las denominaciones. Existía una complejidad en el cristianismo, o así yo pensaba, que me mantuvo pensando.
Como mencione, estuve buscando en otras religiones. Específicamente, estudie sobre el judaísmo, budismo, hinduismo, santería, y varios otros movimientos y cultos. Del judaísmo, estuve de acuerdo con todo lo que era verdad, y me pareció más verdadero que el cristianismo. Pero no podía enfrentarme a la vida sin Jesús. Para mí eso era muy importante. De hecho, en el Islam, yo no perdí a Jesús, que la paz este con él. El budismo me parecía muy esotérico, un poco complicado, y poco fuerte. La gota que derramó el vaso fue cuando trate de visitar un templo budista en Manhattan. Cuando toque la puerta, las personas que estaban a cargo del templo vinieron a la puerta, muy calladas, para mirar por el agujero, y esperando que yo me fuera, se apartaron en silencio sin abrir la puerta. Yo toque nuevamente y me quede parado ahí por algunos minutos esperando que alguien me ayudara pero no regresaron.
El sistema de casta y el número grandioso de dioses y diosas en el hinduismo me repugnaba. Aunque me interesaba sociológicamente y hasta algunas enseñanzas me influyeron (como por ejemplo, el vegetarianismo) pero no podía aceptar postrarme ante otros dioses. Los dioses de la santería también me repugnaban. La idea era muy extraña para mí, así que no la podía entretener seriamente. Cualquier persona que conoce algo de la santería sabe que es una religión muy secreta y eso me fastidiaba. Si tu tienes la verdad, no hay nada que esconder. Los movimientos de la nueva era me parecían muy complejos y a veces hasta tontos. No digo que nada de lo que vi en mis viajes y en mi búsqueda me gusto. Vi algunas cosas que me gustaban y algunas me llamaban la atención pero no tenían mi interés completo.
Al llegar a los 19 años, había renunciado al cristianismo por completo pero continuaba mi búsqueda. Esta búsqueda me llevó a leer sin parar, algo que hago hasta ahora. A la edad de 20 años, un amigo me regaló un libro sobre el Islam, o lo que pensaba era el Islam. Era un libro publicado por el culto Ansar, si no se acuerdan de quienes eran, pues solían vender inciensos y perfumes. Después de leer sobre ellos por 2 años y medio, me decidí ser “musulmán” a la edad de 23 años. La verdad es que no considero que me convertí realmente en musulmán porque sus enseñanzas no eran el Islam puro. Por mi intensa experiencia en la lectura, me di cuenta que habían muchos errores en la doctrina Ansar, pero continué con ellos porque no me relacionaba con nada más. No conocía a otros musulmanes reales que me pudieran guiar. Solo Dios me podía guiar, y Lo hizo. Yo notaba mientras leía los libros Ansares que el líder de este movimiento cambiaba su fe y doctrina cada vez. Eso me parecía extraño y me desconcertaba. Dure 2 años dentro de este movimiento.
Un día mientras asistía a Yummah (el sermón del viernes) en la mezquita central en Manhattan, un hermano hispano se dio cuenta que llevaba un símbolo en mi yalabiya (vestido islámico) que traicionaba mi lealtad a los Ansares. Un hermano fue tan amable de tomar su tiempo para hablar conmigo. No hablamos el inglés muy bien porque no era su primer idioma, pero trató lo más que pudo para explicarme que era un error estar con ese grupo. Él me presento a otros hermanos y me dio un libro que me ayudo. El libro se llamaba, “El Culto de los Ansares”, por Bilal Phillips. Después de leerlo yo sabía que estaba equivocado por haberles seguido a ellos. Después de todo este episodio, yo tome mi Shahada (testimonio de fe) nuevamente con Alianza Islámica, una organización Sunita en Manhattan. Tenía 25 años en ese tiempo. Alá me guió a la verdad, y también el hecho que nunca deje de leer, y también por la amabilidad de ese hermano quien me ayudó. Hasta ahora, ese es el final de mi viaje espiritual. Hasta hoy me encanta leer y estoy constantemente aprendiendo pero ya no estoy buscando la verdad porque para mí, la verdad es el Islam.
Desde entonces, sin embargo, ayude en la formación de LADO, una organización dedicada a la difusión del Islam, específicamente a los hispanos pero naturalmente también a cualquier persona que este interesado. Tomamos el tiempo para hablar con reporteros que están curiosos de saber por qué los hispanos llegan a abrazar el Islam. Hemos hecho conexiones con muchos otros musulmanes, ambos hispanos y no-hispanos. De igual forma, les hemos respondido a muchas personas que buscan respuestas para las preguntas de la vida y están pensando en el Islam. Sobre mi familia, todos saben que soy musulmán y no voy a dar marcha atrás. Inicialmente fue un poco difícil. Mi papá pensaba que me lavaron el celebro. Mi mamá temía por mi seguridad. Muchos años han pasado desde mi conversión y ninguna de mi familia me desprecia y yo tampoco tengo problemas con ninguno de ellos.